El frente oriental fue testigo de la primera víctima de la Primera Guerra
Mundial: el Imperio Ruso
Rusia: la primera víctima de la Primera Guerra Mundial |
En el frente oriental,
la estrategia bélica que usó Alemania contra Rusia funcionó perfectamente. En el
año 1914, el ejército ruso estaba
compuesto por 8 millones de hombres, pero la mayoría eran campesinos, mal
armados, poco equipados y sin formación militar. Además estaban dirigidos
por un mando militar que era bastante mediocre. Ambos ejércitos, el alemán y el
ruso, se enfrentaron en la Batalla de Tannenberg, en Prusia Oriental, entre el 26
y el 30 de agosto de 1914; y en la batalla de los lagos Masurianos, entre el 6 y
el 15 de septiembre de 1914. En los dos casos, los rusos salieron gravemente derrotados, sufrieron muchas pérdidas
humanas y se vieron obligados a replegarse.
Por el contrario, el Imperio de Austria-Hungría no pudo repeler la invasión rusa de Galitzia. En junio de 1916, el general Alexéi Alexéievich Brusílov dirigió una exitosa campaña ofensiva que llegó a internarse en las líneas austrohúngaras. Se dejó en evidencia la fragilidad del Imperio y, en consecuencia, regimientos enteros de sus soldados se pasaron a las filas de los rusos. Rumanía, motivada por los acontecimientos, declaró la guerra a los Imperios Centrales, pero fue derrotada y ocupada por Alemania con cierta facilidad. La nueva circunstancia comprometió, aún más, la posición rusa y el Imperio de los Romanov no intentó ninguna ofensiva relevante más en el resto de la contienda.
Por el contrario, el Imperio de Austria-Hungría no pudo repeler la invasión rusa de Galitzia. En junio de 1916, el general Alexéi Alexéievich Brusílov dirigió una exitosa campaña ofensiva que llegó a internarse en las líneas austrohúngaras. Se dejó en evidencia la fragilidad del Imperio y, en consecuencia, regimientos enteros de sus soldados se pasaron a las filas de los rusos. Rumanía, motivada por los acontecimientos, declaró la guerra a los Imperios Centrales, pero fue derrotada y ocupada por Alemania con cierta facilidad. La nueva circunstancia comprometió, aún más, la posición rusa y el Imperio de los Romanov no intentó ninguna ofensiva relevante más en el resto de la contienda.
Alemania, en seguida, pasó a la ofensiva. Consiguió
conquistar el golfo de Riga y, entre tanto, capturó o destruyó a una buena
parte de los contingentes rusos. Como vemos, el frente oriental no se
estancó en las trincheras y estuvo en constante movimiento. La caballería,
además, jugó aún cierto papel en esta guerra de movimientos.
Más avanzada la contienda,
el frente oriental fue testigo de la primera víctima de la Primera Guerra
Mundial, es decir, de la caída del Imperio Ruso. De la misma forma que la
guerra ruso-japonesa llevó a la Revolución de 1905, el conflicto europeo desembocó en la Revolución de 1917. La Gran
Guerra, pues, encendió la mecha de la Revolución Rusa, ya que, entre otras
cosas, puso a prueba un gobierno zarista
que no estuvo a la altura de los acontecimientos que se sucedieron. Se
mostró chapucero, reservado y deshonesto. Fue incapaz de suministrar el
material necesario para una guerra moderna. Es más, arrojó a las hordas de campesinos al campo de batalla, incluso sin armas,
y perdió millones de hombres en la lucha. Y lo más grave es que el gobierno
no presentó ninguna meta que, al menos, justificase el sacrificio humano. El régimen
zarista, así, perdió la lealtad de todo su pueblo.
En marzo de 1917, las tropas de San Petersburgo se amotinaron, al mismo tiempo que las huelgas y los
disturbios asolaban la ciudad. La Duma, o parlamento ruso, aprovechó la
circunstancia para presionar con sus demandas de reforma y, ese mismo mes, el zar Nicolás II abdicó.
El vacío de poder fue resuelto conformando un gobierno provisional, compuesto por nobles liberales y
dirigentes de la clase media, generalmente demócratas y constitucionalistas,
con un solo socialista, al principio. Este gobierno tomó se encargó de proseguir la guerra, ya que sus componentes,
partidarios del liberalismo de la Europa occidental, creían que un régimen
liberal y parlamentario no podría tener éxito en Rusia, a no ser que cayese el
Imperio Alemán. En julio de 1917, se
inició una nueva ofensiva en Galitzia, pero los desmoralizados ejércitos rusos
fracasaron.
La mayoría del pueblo ruso,
que no sentía mucho entusiasmo por los componentes del gobierno provisional, estaba
ya cansado de una guerra en la que se le pedía mucho a cambio de muy poco. Empezaban a ganar adeptos, fueran o no
marxistas, las diferentes formas de socialismo. Tal es el caso del partido socialdemócrata
ruso, marxista, que estaba dividido en dos facciones: los mencheviques y los
bolcheviques. Los dirigentes bolcheviques, más extremista, habían vivido como
desterrados, durante cierto tiempo, en la Europa occidental. Lenin, su principal portavoz, se encontraba
pasando los años de la guerra en Suiza. El gobierno alemán, en abril de
1917, en su afán por desestabilizar internamente a Rusia, ofreció a Lenin el paso
libre por Alemania para que pudiera llegar a Rusia. Se pretendía provocar una rebelión
que acabara con el gobierno provisional y que eliminara a Rusia del tablero de
juego. De esta forma, se dispuso un vagón
“precintado” cuidadosamente, lleno de bolcheviques, para impedir la
infección de Alemania, que los llevó a la frontera rusa. De allí se trasladaron
hasta la ciudad de San Petersburgo, rebautizada como Petrogrado durante la guerra.
La situación del
gobierno provisional, por diferentes causas, se fue haciendo tan insostenible
que, en noviembre de 1917, Lenin y los
bolcheviques se hicieron con el poder. Los bolcheviques, que estaban a
favor de la paz con Alemania, el 3 de diciembre del mismo año, iniciaron una
conferencia de paz con Alemania en Brest-Litovsk. Los pueblos que se hallaban
dentro de la frontera occidental de la vieja Rusia (polacos, ucranianos,
besarabianos, estones, letones, finlandeses), al mismo tiempo, proclamaron su
independencia nacional con el respaldo de Alemania. Los bolcheviques, que no querían o no podían luchar, se vieron
obligados a firmar con Alemania el tratado de Brest-Litovsk, el 3 de marzo
de 1918, al que se oponían profundamente. Por tanto, se reconocía la
“independencia” o, al menos, la pérdida para Rusia de Polonia, Ucrania,
Finlandia y las provincias bálticas.
El tratado de
Brest-Litovsk representaba el máximo éxito alemán en la Primera Guerra Mundial
porque hizo factible algunos de sus objetivos de guerra. Con la nueva situación, no sólo se neutralizó a Rusia, sino que también
dominaban una gran parte de la Europa oriental mediante unos títeres
colocados como jefes de los nuevos estados independientes. Al mismo tiempo,
mitigaron los efectos del bloqueo naval y recogieron grandes cantidades de
alimentos de Ucrania.
Alemania dejó en el Este
un cierto número de tropas para mantener los nuevos reajustes y, al no haber ya
una guerra de dos frentes, envió grandes
contingentes de su ejército al Oeste, para concentrar allí a sus efectivos
y dar un último golpe a Francia.
Bibliografía
PALMER, R. y
COLTON J., Historia Contemporánea.
Madrid, Akal, 1980.
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