Tomar café... ¿hace más creativas a las personas?

Sobre el acto de tomar un café

Imagen meramente ilustrativa.

El acto de tomar un café ha trascendido de la mera necesidad de ingerir una bebida caliente para despertar por las mañanas. En la actualidad, el ritual de sostener una taza humeante entre las manos, con un olor profundo e intenso que embriaga el ambiente, ha tomado una relevancia casi simbólica. Es la pausa en la vorágine del día, el pequeño placer cotidiano que conecta a personas de distintas latitudes. Pero, ¿qué hay detrás de esta costumbre milenaria? ¿Realmente la cafeína es el combustible necesario para alimentar la creatividad humana, o su efecto se reduce a una optimización más pragmática de nuestras capacidades cognitivas? La ciencia, con su rigor y precisión, nos ha proporcionado respuestas muy claras al respecto.


El papel de la cafeína en el cerebro: entre el mito y la realidad

Durante años, se ha establecido una especie de mito urbano en torno a la relación entre el consumo de café y el florecimiento de la creatividad. Multitud de personas en el mundo literario, artístico y empresarial afirman no poder funcionar sin su dosis diaria de cafeína. Figuras legendarias como Balzac, Proust o Beethoven eran conocidos por consumir cantidades masivas de café, buscando en sus efectos estimulantes la chispa divina de la inspiración. Sin embargo, si nos atenemos a lo que nos dice la ciencia contemporánea, la historia resulta ser algo diferente.

El efecto principal de la cafeína, y su razón de ser tan popular, es su capacidad para bloquear los receptores de adenosina, un neurotransmisor que regula los niveles de somnolencia. Al bloquear esta sustancia, la cafeína actúa como un estimulante, incrementando la actividad neuronal y manteniéndonos alerta durante más tiempo. No obstante, esta alerta, lejos de encender las luces de la creatividad en nuestro cerebro, se enfoca más bien en mejorar la capacidad de atención, la concentración y la rapidez para ejecutar tareas cognitivas que ya hemos aprendido o dominado.

Un estudio publicado en 2022 por investigadores de la Universidad de Arkansas confirma este enfoque. La cafeína mejora habilidades relacionadas con la resolución de problemas y la memoria operativa, pero no tiene impacto directo sobre el pensamiento divergente, el cual es esencial para el proceso creativo. Este pensamiento divergente es el que nos permite generar ideas nuevas, explorar posibilidades inusuales y conectar conceptos dispares. En resumen, es la clave de la creatividad pura. Lo que sí ofrece la cafeína es un estado mental que facilita la resolución de problemas: nos volvemos más rápidos, más eficientes y, en general, más optimistas frente a los desafíos.


¿Creatividad bajo control o productividad aumentada?

Pese a los resultados del mencionado estudio, podría decirse que la relación entre café y creatividad es más indirecta de lo que parece. Si bien la cafeína no genera por sí misma ideas novedosas, su capacidad para mejorar el estado de alerta y reducir el cansancio puede, en algunos casos, crear las condiciones necesarias para que la creatividad emerja de forma más natural. En otras palabras, tomar café podría no hacer que inventes un nuevo género literario, pero sí puede ayudarte a mantenerte lo suficientemente concentrado o animado como para no abandonar el proyecto a mitad de camino.

Además, la cafeína tiene un efecto interesante sobre nuestro estado de ánimo. Algunos estudios han sugerido que el café incrementa los niveles de dopamina, una de las sustancias químicas responsables de la sensación de placer y recompensa en el cerebro. Esto genera una especie de ciclo positivo en el que, al sentirnos más felices y satisfechos con nuestro rendimiento, somos menos proclives a caer en el agotamiento mental o el pesimismo, dos de los grandes enemigos de la creatividad. Aquí radica una posible conexión entre el café y la creación artística: no es tanto que el café inspire ideas, sino que ayuda a mantener una disposición anímica favorable para que la creatividad se manifieste.


Café y optimismo: una llave para el pensamiento productivo

El café, con su capacidad de brindarnos una visión más optimista del mundo, nos coloca en una posición donde somos más propensos a creer que los problemas son solucionables. Este efecto puede parecer trivial, pero en contextos de alto estrés o exigencia intelectual, como pueden ser la investigación científica o la escritura creativa, resulta fundamental. El optimismo tiene un efecto tangencial sobre la creatividad, en tanto que, al enfrentarnos a un obstáculo con una perspectiva positiva, es más probable que intentemos múltiples soluciones y, eventualmente, demos con una idea novedosa o revolucionaria.

Los estudios también han mostrado que la cafeína es capaz de mejorar el rendimiento en tareas que requieren una resolución de problemas lógica y estructurada, como aquellas vinculadas con las matemáticas o el análisis de datos. Si pensamos en ello, muchas de las grandes innovaciones de la historia no son fruto de la pura inspiración creativa, sino del trabajo sistemático y metódico de resolución de problemas. En este sentido, es posible que el café tenga un papel más relevante del que pensamos, no en la explosión inicial de la idea, pero sí en el proceso de pulirla, mejorarla y llevarla a buen puerto.


El entorno cultural del café: el estímulo social que potencia las ideas

No debemos pasar por alto un aspecto más sutil, pero igualmente importante, de la relación entre café y creatividad: el entorno cultural en el que habitualmente se consume. A lo largo de la historia, los cafés han sido espacios privilegiados para la discusión intelectual, el intercambio de ideas y el nacimiento de movimientos culturales. Desde los círculos literarios en las cafeterías parisinas del siglo XIX hasta las reuniones informales en los Starbucks de las grandes ciudades actuales, la relación entre café y pensamiento creativo no solo reside en la cafeína como sustancia química, sino en el ritual social que la rodea.

En las conversaciones relajadas y estimulantes que se producen en torno a una mesa de café, las ideas fluyen, se intercambian y se refinan. Este ambiente favorece el pensamiento divergente, no porque el café en sí mismo lo provoque, sino porque el entorno relajado y la interacción social estimulan la creación de nuevas conexiones. Aquí es donde el café actúa como catalizador indirecto de la creatividad, facilitando un marco social que potencia el pensamiento crítico y la innovación.

Este aspecto cultural también se refleja en la forma en que muchas personas asocian el acto de tomar café con el inicio de una actividad creativa. Para muchos, sentarse con una taza de café es un ritual de concentración, el preludio necesario antes de comenzar a escribir, pintar o diseñar. ¡Ese, por ejemplo, es mi caso! De alguna manera, el café se convierte en un ancla psicológica que predispone el cerebro a un estado de mayor atención y disposición para el trabajo creativo, aunque este estado no sea resultado directo de la cafeína en sí misma.


Entonces, ¿el café nos hace más creativos o solo más productivos?

Después de revisar las evidencias científicas y explorar los múltiples efectos que la cafeína tiene en nuestro cerebro y nuestro comportamiento, la respuesta parece ser clara: el café no nos hace más creativos en el sentido estricto de la palabra, pero sí tiene un impacto profundo en cómo abordamos las tareas y los problemas. Al mejorar nuestra capacidad de concentración, incrementar nuestro estado de alerta y favorecer una actitud más positiva frente a los desafíos, el café se convierte en una herramienta poderosa para aumentar la productividad, mantenernos enfocados y, en última instancia, facilitar la aparición de ideas nuevas.

Quizá sea necesario redefinir la relación entre café y creatividad. No se trata de esperar que una taza de expreso nos proporcione la chispa de genio que estamos buscando, sino de entender que el café crea el contexto mental y físico ideal para que el trabajo creativo suceda. En este sentido, los artistas, escritores y pensadores que han confiado en el café a lo largo de los siglos no estaban equivocados: el café puede no hacer milagros, pero a menudo ayuda a que sucedan.

En definitiva, cuando nos sentamos a tomar un café, no debemos esperar una explosión instantánea de creatividad. Lo que obtenemos es algo más sutil, pero igualmente valioso: una mente más clara, una visión más optimista y la energía necesaria para seguir adelante, sin importar cuán arduo sea el problema o cuán esquiva sea la inspiración. Y eso, para quienes vivimos del ingenio y de la creación, ya es motivo suficiente para seguir llenando nuestras tazas día tras día.

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